Un manto de silencio cubrió la verdad.
Estaba esperando ansiosa salirse de su boca.
Quizás por el tiempo gastado en aguantar,
no supo controlarse al dejar aquel lugar conocido,
y cómodo por su popularidad.
Por no saber expresarse, la verdad sonó a mentira.
El mensaje se disolvió entre lo incierto.
Los oídos del receptor no supieron descifrar
aquel aviso mal exteriorizado.
Y tanto tiempo dentro de aquella boca, no valió la pena.
Aquel mensaje no tenía ya el mismo valor.
Mejor decir las cosas cuando su sentido tiene vigencia.
Eme. :)
25 junio, 2010 01:20
Muchas veces las verdades suenan a mentiras, y las mentiras las tomamos por verdades.
No hay que guardarse nada, bien dicho ! :)