El recorrido de la lágrima fue tan aventurado que paseó por todas mis emociones. Desde el llanto desconsolado por la pérdida de un ser amado, o por la pérdida de la relación con una persona que se ama, hasta el sollozo que exhiben mis ojos cuando no hago más que reírme desde lo más profundo del estómago.
Una lágrima, sin embargo, se animó a escaparse sin razón aparente. Ahí estaba, como quien no es invitado a una fiesta y busca en otro la mirada cómplice para sentirse parte.
-¿Qué haces acá?, preguntó la mejilla. -No se, contestó mi lágrima, -simplemente quise salir. Allá adentro me sentía muy presionada.
Mentía, me mentía a mi misma. Aquel lamento que formó parte de mi cuerpo me estaba mintiendo, me engañaba. Bien sabía porque había huido del lagrimal.
Resulta que un recuerdo la atormentaba, un recuerdo nostálgico de un ayer que no quería recordar. No por feo, todo lo contrario, por muy hermoso. Este recuerdo era tan insistente que aquella susceptible lágrima no tuvo más remedio que exiliarse.
Este no es el fin de la historia. El recuerdo no contento con el abandono de la lágrima, insiste en provocar a otras lágrimas para que vayan tras de la que logró escaparse.
¿Y ahora porqué tantas lágrimas?, preguntó, nuevamente la mejilla.
Por el mismo recuerdo de siempre, supe contestarle.
Eme. :)
12 mayo, 2010 14:28
son el agua que se lleva lo que ya se ha ido. pronto cesarán